Recuerdo que una vez, hace más de diez años, don Ambrosio me contó (como si no tuviera importancia) que había ganado un concurso de tango en Argentina. Me impresionó sobremanera que un hombre como él bailara tango; pero más me impresionó que en la propia tierra de Gardel este hombre sencillo y menudo hubiese desplazado a sus contrincantes argentinos y hubiese conquistado el aplauso de un jurado local. Le pregunté si aún bailaba (la pregunta no era absurda en lo absoluto en atención a su edad, ya que él siempre se mantuvo muy activo, hasta ese desafortunado accidente que le valió la trizadura de algunas vértebras y del que nunca se repuso del todo). En fin, le pregunté si aún continuaba bailando. Con mirada triste, respondió: "Ya no, mijita. No tiene sentido. No está mi pareja".
Don Ambrosio fue un hombre extraordinario en todo el sentido de la palabra. Destacó en todo lo que emprendió y no sólo en lo académico, como pudiera pensarse; fuera la gramática, el baile, o la generosidad para con sus discípulos, don Ambrosio jamás estuvo en la media en que habitamos casi todos los seres humanos. Siendo metódico y racional al extremo, fue también capaz de vivir un amor como el de los cuentos junto a su esposa y compañera, Lidia, a quien amó, honró y respetó más allá de su muerte. Cómo olvidar la habitación de Lidia, intacta, tal cual ella la dejó hace ya muchos años; cómo olvidar las dos alianzas (la propia y la de ella) que don Ambrosio continuó llevando en su dedo en un signo evidente y tangible de que "los frutos del amor permanecen". Cómo olvidar la renuncia a los viajes que tanto había disfrutado, porque no tenían sentido sin ella. Lo único que me conforta en medio del dolor de su partida es pensarlo ligero y gozoso, libre ya de los males que lo aquejaron en este mundo, en un baile sin principio y sin final con su Lidia, su compañera total, el amor de toda su vida. © María Natalia Castillo Fadić
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La madrugada del sábado 20 de noviembre ha muerto el Dr. Ambrosio Rabanales Ortiz (1917-2010), destacado lingüista chileno, admirador y continuador de la tradición gramatical de Andrés Bello. Profesor emérito de la Universidad de Chile, miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua, Medalla Rector Juvenal Hernández Jaque. Autor de numerosos libros y artículos publicados en Chile y en el extranjero, fundador del Círculo Lingüístico de Santiago, reconocido internacionalmente por su valioso aporte a los estudios de lingüística hispánica. Con más de sesenta años de docencia en la Universidad de Chile, fue el formador de decenas de generaciones de lingüistas y profesores de castellano, entre los que se cuentan destacados estudiosos y educadores, como el Premio Nacional de Educación Gabriel Castillo Inzulza y el director de la Academia Chilena de la Lengua, Alfredo Matus Olivier.
Quienes lo conocimos lamentamos profundamente esta pérdida irreparable para nuestras letras. © María Natalia Castillo Fadić |
María Natalia Castillo Fadic
Doctora en Filología Hispánica (Universidad de Valladolid), Diploma de Estudios Avanzados en Lengua Española (Universidad de Valladolid), Máster en Lexicografía Hispánica (Real Academia Española), Magíster en Letras con mención en Lingüística (Pontificia Universidad Católica de Chile). Archivos
February 2012
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